Ella cruza los bosques y la vieja casona con la liviandad de los que ya no están, para abrirnos puertas y ventanas; para abrirnos fragmentos de otra historia que a la vez es su propia historia. El bosque húmedo la recibe y muestra una cara desconocida: cintas blancas rodean sus árboles y anuncian su destino trágico. En el interior de la casona, Ingrid, su anciana madre, junto a sus fieles criados, dan su última batalla. Mientras, enfrente, del otro lado del río, el sonido de las máquinas taladoras se acrecienta anunciando el final sin retorno, de un tiempo condenado a desaparecer para siempre.