HERENCIA

Un tañido de campana. Tal como se lo enseñó su madre, suave, lento, como vuelo de garza.

La luz de luna recorta las ­astas de dos bueyes inmóviles, únicos testigos del periplo del joven que debe tañer la campana por la partida de su madre. Punucapa, tierra de capis, tiene la costumbre de anunciar la partida de un alma con un particular y sordo repique en el campanario de la iglesia. No importa la hora, el apellido o religión del desterrado, todos saben que su travesía no la emprenderá en silencio.